David Castañón




Cuando se despidieron aquel día se dio cuenta que ése iba a ser un invierno muy duro, que en los días de lluvia iba a ver el reflejo de su cara en cada gota de agua que cayera sobre su rostro, que las tardes de frío iban a ser simplemente tardes de frío y no aventuras inesperadas sobre cómo encontrarse para darse calor. Sabía que iba a echar de menos ese cosquilleo que le entraba cada vez que llegaba reyes y cómo disfrutaba dándole pistas falsas sobre su posible regalo. Sabía que el 3 de Diciembre iba a llorar, porque aquel día la besó por primera vez, hace ya unos cuantos años. Sabía que iba a echar de menos su olor, sus caricias, la manera en que lo besaba, tan peculiar pero a la vez tan sensual. Sabía que probablemente en el mundo no habría nadie tan especial como ella, con esa mirada, esa manera de hacerle reir, de ver el mundo, con esa inteligencia y brillantez que él tanto admiraba.
Pero también sabía que los círculos se cierran y que aquel día que hicieron el amor desesperádamente en el coche después de días sin hablarse su ciclo se cerró. Estaba cansado, saturado, falto de fuerzas. Y es que sobrevivir a lo insalvable puede llegar a ser agotador, y sobre todo, frustrante.
Odiaba no entender qué falló, qué desencadenante o desencadenantes hicieron que aquel amor, jurado eterno para siempre, se evaporara con los últimos gemidos en su coche. Odiaba no poder hacer borrón y cuenta nueva, no poder soltar todo el lastre, todos los pequeños odios, todos los falsos perdones, toda esa rutina acumulada. Odiaba que le pudiran las circunstancias, que terceras personas malmetieran, que él y ella no fueran lo primero para el otro. Y odiaba ver cómo caía piso tras piso del rascacielos sin poder agarrarse a nungún borde para salvarse ... Pero lo que más odiaba por encima de todo era esa creciente sensación de alivio que le comenzaba a dar alas mientras caía, como si el dolor que sentía fuera falso, como si la amargura que le perseguía fuera aprendida y como si tras la capa que llamamos Sentimientos tuviera otra más profunda donde la razón juega a las contradicciones demostrando lo más inherente de la condicion humana: que no sabemos nada.

Así fueron pasaron los días, el invierno se hizo más invierno, la lluvia se convirtió granizo, incluso algún día en nieve, cosa rara para aquellas latitudes. Y es que, a veces, parece que el tiempo nos refleja como si nos conociera mejor que nosotros mismos.
Se aferró a la cotidianidad para salvarse, para evitarla. Salió, se emborrachó, emprendió mil planes. Pero cuando desviaba la mirada, ella seguía allí; aunque todavía no sabe si para recordarle lo que pudo ser o lo que debe evitar en un futuro.


http://www.youtube.com/watch?v=8t40WR1OgMk

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